Hace poco viví en carne propia lo que la Biblia relata como la parábola de la moneda perdida. Estaba revisando alguna de mis monedas y al momento de ir a guardarla en su sitio se cayó al suelo. Lo que pensé que sería una búsqueda rápida tardó una buena cantidad de horas infructuosas... al día siguiente tampoco pude hallarla. No fue hasta que moví un estante ubicado en un sitio totalmente opuesto al que la moneda debió dirigirse, que la hallé.
La moneda en cuestión es una "mercury dime" de 1945. Con solo 2, 5 gramos y un diminuto tamaño, está hecha de 90% plata. Representan 10 céntimos de dolar estadounidense, y se hizo costumbre popular asociarlas con el dios griego Mercurio (por eso lo de "mercury"), aunque realmente la imagen que aparece en la misma corresponde al rostro de la Libertad (por supuesto según el el imaginario de la historia)
El toque especial de esta "dime" es que fue un obsequio del dueño de la ficha de la hacienda Cachicamo que me fue otorgado por conseguirle venta a la misma.
La parábola de la moneda perdida
La Biblia relata esta parábola como sigue en el Evangelio de Lucas 15:8-10
¿O qué mujer que tiene diez dracmas, si pierde una dracma, no enciende la lámpara, y barre la casa, y busca con diligencia hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas, diciendo: Gozaos conmigo, porque he encontrado la dracma que había perdido. Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente.
Si nosotros como coleccionistas o no somos capaces de buscar intensamente una moneda perdida, ?cuánto más Dios no nos buscará con la finalidad de salvar nuestras almas?
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