Una luz pálida arropaba los pétalos níveos y de aquella
fusión de blancos parecía brotar una sustancia luminosa, como una nieve apenas
palpable en la imaginación: Era la luz de la luna ejerciendo una brevecautividad sobre
el rosal blanco.
Pocos recuerdan esa noche, porque muchos han logrado
olvidarla; sin embargo mi memoria con el pasar de los años se apacienta más y
más, cuajando cada detalle y haciéndolo parte de un cuadro cada vez más nítido.
Estábamos reunidos en la casa de R***. charlando para combatir el aburrimiento.
Nadie se atrevía a preguntar si era mejor estar en otro lado o durmiendo.
Bostecé y mi dormitar contagió a los demás. R*** se ofendió; pasó sus manos por
la cara antes de pararse de la mesa donde estaba sentado, y dijo:
- Bonita noche. La luna está en su punto más alto; también
el cansancio. Invito a todos a la puerta.
- Disculpa R*** - dije apenado- ha sido un día largo.
Entonces tuvo lugar el revoleteo de las aves y la madrugada
se vio interrumpida por una docena de niños caminando hacia un rosal blanco.
Todo el cuadro era a lo sumo real: Las pisadas de los pequeñines acercándose a
la exuberante vertiente de rosas en medio del jardín, las risas infantiles
cautivadas por el varillaje de espinas; la forma estilizada y casi viva de las
rosas destilando una esencia escarchada.
En un momento los niños rodearon el rosal; era como si la
memoria de la lunanos revelara aquella figura. Y nosotros éramos
espectadores.
Hoy, una grave añoranza ocupa mi mente testigo; el insustancial
vocablo que los hombres llaman incertidumbre toma forma de cautividad en
mis recuerdos: La casa de R*** sigue teniendo un jardín de niños. Ahora
nuestros hijos, niños aquella vez, traen a los suyos a pasar el rato...,
gracias a Dios ninguno recuerda que el rosal blanco sólo fue visto aquella
noche.
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